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domingo, 22 de julio de 2012

RECETA PARA SALIR DE LA CRISIS


El Presidente del gobierno español, el Sr. Mariano Rajoy, recientemente le espetó al jefe del principal partido de la oposición lo siguiente: “Usted critica que yo intente bajar los gastos y que intente subir los ingresos. Si no puedo hacerlo, ¿me puede explicar cómo se reduce el déficit público?.  Yo confieso que lo desconozco”.

Esta declaración me ha movido a escribir este artículo pues en sí misma revela hasta qué punto este gobierno se muestra superado por los acontecimientos y es incapaz para gestionar esta crisis. Aun admitiendo la envenenada herencia que recibió del ejecutivo anterior, a este gobierno se le encomendó la tarea de remontar la difícil situación que atraviesa el país pero el resultado tras siete meses de gestión lejos de ser halagüeño es desolador pues durante este tiempo se ha producido un creciente y constante empeoramiento de la situación general  que en buena medida es atribuible a una acción de gobierno plagada de desatinos y errores evitables. 

Volviendo a la pregunta que plantea el Sr. Rajoy, la respuesta es aplicando políticas creíbles de crecimiento económico que permitan mejorar la relación ingresos/gastos del Estado. Veamos cómo podemos hacerlo:

Punto primero: “El problema más importante del Gobierno es que tiene un déficit de credibilidad insuperable como consecuencia de que está agotado y sin ideas” (M. Rajoy, en la oposición). 

Las políticas han de ser creíbles para que inspiren confianza. La política económica desplegada por este gobierno es dogmática –no existe otro camino–, contradictoria –amnistía fiscal para los defraudadores al tiempo que incremento de impuestos para las clases trabajadoras y medias– y, lo que es más importante, está provocando la caída de la economía, la retracción de los ingresos fiscales y haciendo imposible el cumplimiento de los objetivos presupuestarios, lo que nos conduce, en una espiral esquizoide, a un colapso económico. Como no parece muy sensato esperar que de una política económica restrictiva resulten efectos expansivos –la austeridad de brocha gorda estrangula la economía– como país no somos capaces de ofrecer una perspectiva creíble de reactivación económica que infunda confianza y esa es una condición previa para iniciar la recuperación.  Como la realidad es tozuda, a fuerza de continuos reveses a su política económica la arrogancia y vanidad de algunos miembros del gobierno han transformado su chulería elitista "no sé si debería decirlo, pero el que ha presionado he sido yo, porque quería una línea de crédito para resolver un problema muy importante y lo hemos resuelto a satisfacción" (M. Rajoy) en balbuceante alarmismo sobre la propia solvencia del Estado "en este momento no hay dinero para atender los servicios públicos" (M. Rajoy), todo a fin de justificar su incapacidad a la hora de levantar el país. Por consiguiente, este gobierno tendría que comenzar por rebajar su dogmatismo y arrogancia reconociendo que esta acción de gobierno que nos conduce al abismo tiene alternativa aunque no sea de su agrado.  

Punto segundo: “La subida del IVA es un disparate en una situación como la que estamos viviendo en España” (M. Rajoy, en la oposición).

Sólo la aplicación de una lógica económica ‘ceteris paribus’ puede llevar a pensar que subir impuestos equivale a incrementar los ingresos y que recortar gastos equivale a reducir el déficit. En las circunstancias actuales el incremento del IVA no va a suponer que la recaudación suba pues la cantidad monetaria disponible para el consumo se está reduciendo. Con una tasa de ahorro de los hogares españoles negativa, puesto que los ricos lógicamente guardan capacidad de acumulación, necesariamente las clases trabajadoras y medias por virtud del crédito han tenido que alcanzar niveles de gasto que superan ampliamente el 110%, de modo que ya no pueden endeudarse para consumir más.  De hecho, cerca de dos millones de familias españolas tienen todos sus miembros desempleados y muchos hogares se encuentran sin cobertura económica al haber agotado las prestaciones públicas. Por consiguiente, con el consumidor sin ahorros y cautivo por las deudas ya contraídas, de no poner remedio estamos avocados a una caída libre del consumo –el comercio lleva acumulados veintitantos meses consecutivos de descensos–.

Las políticas de austeridad simplonas terminan siendo perniciosas provocando un efecto contrario al pretendido. Pensemos en el caso de los políticos y el gasto que genera su ejercicio público. Desde una óptica netamente populista alguien podría proponer recortar sus salarios. Sin embargo, este planteamiento resulta contraproducente pues obvia que el problema de fondo de la clase política no es su alto coste sino la paupérrima relación coste/beneficio que brinda a la sociedad debido a la proliferación de la mediocridad, tanto desde el punto de vista de la aptitud (ineficacia institucional) como desde el punto de vista de la actitud (corrupción).  Por ello, el número de cargos políticos en la estructura del Estado se debería reducir al óptimo necesario para el correcto funcionamiento del Estado pero una reducción del salario de los cargos públicos por debajo del nivel de eficiencia incentivaría la mediocridad en sus dos dimensiones: ineficacia y corrupción, por lo que el saldo final nos saldrá más caro.  A la función pública deberían dedicarse sólo algunos de los mejores miembros de nuestra sociedad pues de otro modo seguiremos manteniendo a costa del erario público a sujetos mediocres como la torpe y necia diputada del partido del gobierno que, justamente tras el anuncio de recortes en la prestación para los desempleados, tuvo la ocurrencia de soltar un “que se jodan” desencadenando una combustión social.            

Punto tercero: A lo largo de la historia ninguna gran economía ha salido de una crisis con austeridad” (J. Stiglitz)

El dogmatismo ideológico de este gobierno les lleva a negar la evidencia de que una fuerte contracción fiscal para reducir el déficit y la deuda va a aumentar la recesión, reduciendo los ingresos netos fiscales y causando que el déficit y la deuda crezcan en porcentaje del PIB.  Para remontar esta situación las políticas económicas deben alentar el crecimiento económico pues sin crecimiento, ¿cómo cabe esperar que los inversores en un contexto de recesión confíen en que un Estado que emite deuda a un interés altísimo pueda devolver el capital más los intereses?, ¿acaso piensan devolver la deuda con clases magistrales de economía del ministro Montoro?

La economía tiene dos motores: el público y el privado, y si el motor privado no funciona porque se está desapalancando y percibe un largo periodo de caída de la demanda la inversión pública productiva tendrá que ponerse al frente para estimular la economía pues de otro modo el nivel de desempleo continuará siendo alto y persistente. Recordando la Gran Depresión, el Ecomomic Act comprendía, además de un presupuesto corriente restrictivo, un presupuesto extraordinario de emergencia que autorizaba un incremento del déficit como condición necesaria para salvar la depresión.  Muchos economistas tradicionales argumentaron contra el incremento del déficit que la inversión del gobierno desplazaría la inversión privada y el gasto por lo que no tendría ningún efecto sobre la economía, un planteamiento que ha sido desmentido por la evidencia pues está demostrado que la inversión pública a través de su efecto multiplicador puede conseguir el estímulo económico necesario para superar la recesión.  Por descontado, la inversión pública productiva es una cosa y el gasto es otra. Por ello esto no es óbice para que se apliquen medidas de austeridad tendentes a disminuir el gasto corriente y la inversión cosmética cara a la gradería, pero nunca la inversión pública productiva pues de hacerlo, como diría Keynes, en el largo plazo todos acabaremos muertos.

Punto cuarto: La economía española está en una depresión causada por Merkel y Draghi”. (J. Stiglitz) 

El gobierno se equivoca en el diagnóstico al confundir causas con consecuencias –“no hay dinero porque hemos gastado muchísimo en estos últimos años” (M. Rajoy)–.  Hasta el estallido de la crisis financiera de 2008 la deuda pública española se había reducido gradualmente a pesar de la acumulación durante varios años de diferenciales de inflación por encima de la media europea y un galopante déficit exterior que fue financiado mientras la burbuja inmobiliaria propiciaba una incesante venta de cédulas hipotecarias, mayoritariamente a bancos alemanes, franceses y holandeses. Al estallar la burbuja inmobiliaria en EE.UU. se desató la desconfianza de los prestamistas exteriores en la recuperación de sus inversiones en España lo que provocó la pérdida de la principal fuente de financiación exterior y la contracción de la economía española, que al ralentizarse indujo la caída de los ingresos públicos y un incremento del déficit fiscal del Estado. Aun en esas condiciones los mercados no estaban necesariamente alarmados por prestar más dinero a España pero con una Alemania cómoda beneficiándose diariamente del nulo coste de su deuda y su superávit por cuenta corriente, la Troika que constituyen la Comisión Europea, el BCE y el FMI, aprovechando primero la incompetencia del gobierno social-neoliberal de Zapatero y después el ‘espíritu reformista’ del gobierno neoconservador de Rajoy –que en su línea eufemística llama reformar a lo que es recortar–, ha encontrado en la presión especulativa sobre la deuda pública española la oportunidad para forzar cambios políticos en el Sur con los que el pueblo español nunca estaría de acuerdo. Con lo que no contaban es con que la dosis de medicamento administrada al paciente se les fuera de las manos y en el curso de una prueba rutinaria a su sistema financiero (contabilizaron su valoración a precios de mercado) se encontrara que el paciente estaba ya muy malito (de tener un problema de liquidez había pasado a tener un peliagudo problema de solvencia).

La cantidad de dinero que los bancos españoles han prestado equivale al 170% del PIB español y la exposición internacional supera ampliamente el billón de euros por lo que el gobierno español ha sido amablemente invitado a hacerse garante del sistema financiero y en un contexto de recesión avalar a quien se ha quedado con un patrimonio negativo precisamente no favorece la reputación de tu solvencia por lo que te haces acreedor a que las malignas  agencias de rating degraden tu calificación crediticia.

Hasta tal punto se les ha ido de la mano la situación al club de la Troika y sus compinches patriotas que ahora se encuentran con que la deuda pública española ya no vale nada, pues eso es lo que significa que la prima de riesgo esté por encima de los 600 puntos básicos dado que el interés del bono en el mercado está inversamente ligado a su valor.  Esa es la razón Sr. Rajoy de que el Estado no tenga dinero, yo ingenuamente se lo explico a usted.

Punto quinto: “¿Medidas para crear empleo?... Me ha pasado una cosa verdaderamente notable, lo he escrito pero no entiendo mi letra” (M. Rajoy, CANDIDatO a Presidente)

Obviamente el Sr. Rajoy no termina de reconocer que el problema de España se llama desempleo pues empleo y crecimiento son dos caras de la misma moneda. Conviene no perder de vista que España tiene una población de 47 millones de habitantes de los que sólo 17 millones tienen trabajo.  Si en abril de 2007 España tenía una tasa de desempleo de tan sólo el 7,9%, en 2012 esta tasa ha alcanzado un 24,4 %, nivel que se sitúa por encima de la peor tasa de desempleo de EE.UU. durante la Gran Depresión. Y si hablamos del desempleo juvenil, entonces yo también balbucearía como el Sr. Rajoy (aunque en este caso yo no soy el candidato que va a ser Presidente). Al final se rehízo y explicó su receta: “crear empleo es animar la inversión”. Le faltó puntualizar la inversión privada. ¡Joder, si lo sabe que se aplique el cuento!.

Punto sexto: “Esta crisis no la deben pagar los de siempre” (el que suscribe)

Resulta de un cinismo insoportable que precisamente el gobierno del mismo país que tras la Segunda Guerra Mundial pudo recuperar su economía gracias a la masiva condonación de su deuda y a inyecciones de dinero a mansalva sea el que ahora predique exactamente lo contrario para sus vecinos del sur. No obstante, encuentro cierto consuelo al escuchar que desde Alemania proponen la idea más audaz para solucionar la crisis: obligar a los ricos españoles, tan identificados con el patriotismo, a que compren deuda de España.  Y es que en un mundo en el que las relaciones interpersonales están dominadas por un individualismo atroz el rico alemán puede resultar un lobo para el rico español: "Precisamente en los países en crisis son ese tipo de instrumentos una opción razonable para que las fortunas privadas, en parte muy concentradas, hagan su aportación a la refinanciación del Estado".

Precisamente en los momentos de crisis es cuando se hacen más necesarias las medidas de cohesión social. Sin embargo, como la clase política española adolece de capital político nos gobierna la tecnocracia financiera del club de la Troika que marca las políticas en términos de coste presupuestario y presión fiscal sin tener en cuenta las necesidades de los ciudadanos, sus derechos y sus obligaciones, porque cuando uno no es la víctima resulta muy fácil racionalizar y justificar la injusticia, la desigualdad o la barbaridad llegando incluso a sancionarlas en leyes. Así, la reforma laboral en términos generales ha servido para preservar el beneficio de las empresas pero a costa de una sangrante destrucción de empleo y recortes de salarios con la consiguiente destrucción del poder adquisitivo de las clases trabajadoras y medias. Siquiera ha permitido recuperar el empleo aunque fuese a través de salarios más precarios pues sin una perspectiva de reactivación del consumo el desempleo no se rebajará.  La reducción de la cobertura a los desempleados y los dependientes, los recortes sociales a los funcionarios y la constante desvalorización de su labor son otros ejemplos de la clase de justicia que dispensa este gobierno. Pero sobre todo lo que revela el nivel de indecencia en el que se ha instalado tanto el gobierno como la parte de la sociedad que tolera y justifica tal medida, es la amnistía fiscal, al margen de lo indigno que resulta para los que cumplimos escrupulosamente con nuestras obligaciones tributarias o del fracaso que está suponiendo en términos de los objetivos recaudatorios, tiene un trasfondo moral deplorable al “abrir una puerta peligrosa a la legalización de dinero en efectivo ilícito”.    

En lugar de luchar contra el gran fraude fiscal, ante esta crisis se nos receta un progresivo retroceso en nuestras conquistas sociales que tiene por objeto el paulatino desmantelamiento del estado del bienestar y encima nos dicen que todo es por nuestro bien. Por este camino, si sigue prevaleciendo la ineptitud de nuestros líderes políticos entonces llegaremos al punto en que la protección social y la protección al desempleado caerán muy por debajo de las necesidades sociales y todo el auxilio de los pobres pasará a ser responsabilidad de las familias y las entidades privadas de caridad. Para entonces la crisis habrá devastado el país porque el Estado prefirió promover un rescate para salvaguardar a los acreedores del sistema financiero español. Con todo, basta que una parte suficiente de españoles tengan un coeficiente intelectual superior a noventa para que se ponga en cuestión el consenso sobre el predominio de estas clases dominantes y el poder político actual haciéndoles saber que no tienen elección, que si el planteamiento inteligente de vivir bien y extender una parte de la prosperidad a los demás deja paso a las operaciones libertarias sin control, aun bañadas en oro para enmascarar un individualismo feroz, nos avocan a la anarquía poniendo en riesgo su sistema político.  Hasta que las conciencias de esas élites financieras no estén suficientemente socializadas de modo que sus grandes influencias funcionen bajo motivaciones apropiadas al interés público, el avance de la reacción ciudadana contra este nuevo capitalismo dickensiano es inevitable. A razón de esto me viene el pensamiento de Joseph P. Kennedy Sr. quien, a propósito de la Gran Depresión, admitió lo siguiente: “en aquellos días sentí y dije que cedería la mitad de mi fortuna si con ello bajo la ley y el orden pudiese asegurar la otra mitad”. 

Punto séptimo: “Tiene que haber una forma de darle la vuelta a esta hipocresía. El crecimiento de una nación no puede ser conseguido a costa de oprimir a los oprimidos (Mick Hucknail)

Uno de los factores que están en el origen de la desvalorización del capital político es la confusión ideológica cuyo germen data de los años setenta y del que hablaré en otro post. Así en nuestros días se ha impuesto un pensamiento único que comparten los partidos pro-sistema ya sean nominalmente socialdemócratas o conservadores. Si hace unos años el expresidente Zapatero decía que bajar impuestos era de izquierdas contradiciendo la lógica del progresismo fiscal, ahora el gobierno de derechas de Rajoy sube los impuestos contraviniendo la doctrina del conservadurismo fiscal. Las ideologías son abandonadas en pro de un consenso sobre el que se asienta el predominio de las clases dominantes y el poder político actual, y sólo se diferencian por matices de carácter cosmético o accesorio. Para salvar la actual crisis hemos de poner en valor la ideología. Simply Red fue una excelente banda musical británica de Pop&Soul que cosechó grandes éxitos desde mediados de la década de los ochenta.  Lo que muchos no conocen es el activismo de su vocalista y líder, Mick Hucknail.  Uno de sus mejores temas es ‘Turn It Up’, de su álbum  ‘A New Flame’, cuya letra contiene un evidente compromiso ideológico cuya vigencia quiero reivindicar.

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