Es sabido que la restricción del crédito y la incertidumbre estrangulan el crecimiento económico y su contraparte, el empleo. El desempleo deprime la demanda interna, lo que socava el crecimiento produciéndose un círculo vicioso. Se encuentran muchas referencias al impacto de la restricción del crédito como causa de la crítica situación de la economía. Sin embargo, en la situación actual parece que la incertidumbre tiene clara preponderancia a la hora de explicar por qué el rescate al sistema financiero español no ha convencido a los mercados.
Para
demostrarlo propongo hacer un ejercicio de reducción al absurdo. Si recordamos, sólo en el último semestre por dos ocasiones el sistema bancario español
encontró financiación del BCE a un interés muy reducido (1%), con las ingentes
inyecciones de liquidez de diciembre 2011 y marzo 2012 por un monto aproximado
de 1.000.000 M€, del cual la mayor parte fue a parar a los sistemas financieros
español e italiano. El rescate financiero
recién aprobado para el salvamento del sistema financiero español comprende un volumen
máximo de 100.000 M€ a un interés entre el 3 y el 4% que, por un lado, sienta
evidencia de que aquellas inyecciones de liquidez fracasaron y, por otro lado, si
el principal problema del sistema financiero fuese de liquidez los bancos
habrían movido voluntades para conseguir una nueva inyección del BCE a un tipo
de interés del 1% o incluso más bajo. Como
no lo han hecho se cae por su propio peso que el problema de los bancos sea eminentemente
de liquidez, ergo el problema es básicamente de confianza.
La
fórmula escogida para el rescate bancario supone una restructuración de facto
de la deuda soberana del Estado español pues el préstamo que concede la troica constituida
por el FMI, BCE y UE al Estado supone que en caso de quita se privilegia esta
deuda sobre otras previamente contraídas (por la naturaleza del Mecanismo
Europeo de Estabilidad, Mede). Esta
circunstancia explica a corto plazo el repunte de la prima de riesgo de España y
que en las próximas fechas se pudieran ver movimientos en torno a los CDS de la
deuda española, porque alguien interprete la medida como caso activable a efectos de estos
seguros de impago.
Como
resulta que la tercera inyección de liquidez se realizará a un tipo de interés
mayor, como además parece probable que más de lo mismo tampoco resuelva los problemas
del sistema financiero y si, como se ha señalado, el efecto sobre la deuda
soberana del Estado español es negativo, cabe preguntarse por qué se hace así. La
respuesta hay que buscarla en la confianza.
A través de la fórmula escogida el
Estado español se constituye en avalista y garante del sistema financiero
español pues la troica se lo presta a él para que a través del FROB lo distribuya
al sistema financiero español. La
desconfianza en el FROB no se reduce a
que este acrónimo en inglés suene tan mal como en español, sino al entredicho
en el que está sumida la recuperación de la economía española, que es lo que subyace
detrás de todo este entuerto.
La
economía nacional, como la global, comprende una parte de economía real y otra
parte de economía ficticia netamente financiera. La economía en general, pero particularmente
la economía ficticia dependen totalmente de la confianza y durante el periodo
2000-2007 gozaron de ella lo que permitió a los bancos españoles atraer capital
inversor del exterior con el que se financió el crecimiento de una cada vez más
desequilibrada economía real –el crecimiento se consiguió a costa de un gran
endeudamiento sin un crecimiento real de la productividad–.
Cabe
esperar que la confianza de los inversores crezca si el gobierno de turno anuncia
un paquete de ayudas para su sistema financiero cuya solvencia los organismos
internacionales avalan pues de otro modo no invertirían en él. La confianza juega un papel tan importante
que, como se ha puesto de manifiesto tantas veces en el curso de la historia del
liberalismo globalizador, cuando los inversores comienzan a invertir las
cotizaciones suben impulsadas por ellos mismos. Por eso una modesta recuperación de las
perspectivas económicas a corto plazo sería capaz de crear la impresión de que el
rescate funciona, lo que reforzaría la confianza de los inversores en la acción
de gobierno asegurando el buen desarrollo de los acontecimientos. Por eso en su comparecencia del domingo pasado
el señor Rajoy se mostraba con sobrada confianza y alardeo triunfalista convencido
de haber logrado la afinidad de creencias entre políticos y mercados. Sin
embargo, tal empaque carecía de fundamento pues durante la jornada del lunes
los mismos mercados a los que él entrega tanta ofrenda evidenciaron que no se
entera, que no ve venir las tortas que le propinan así que éstas le golpean de
frente una tras otra, y con él al país
entero.
El
neoliberalismo es la aplicación de un racionalismo puro en el que las
inversiones buscan la rentabilidad a corto o medio plazo, así que cabe esperar que
con el dinero del FROB los bancos españoles, además de comprar deuda del Estado
español, hagan lo que se supone que deben hacer: asignar fondos a la economía
real, pero como es lógico, haciéndolo únicamente en los sectores que garanticen
el retorno del principal y los intereses, es decir, el capital financiero irá a
parar fundamentalmente al sector exportador de la economía, de modo que las
empresas financieramente especulativas continuarán naufragando fuera del
alcance del salvavidas del crédito. De
esta manera se logrará neutralizar parte del déficit exterior disminuyendo las
necesidades de financiación externa, pero el desempleo continuará creciendo
hasta alcanzar los 6 millones de parados a finales de año abundando en la
reducción de la demanda interna, lo que deprimirá aún más la economía real diluyendo
el efecto del aumento de las exportaciones.
Más
nos vale a los españoles que el señor Rajoy entienda que el problema capital de
España no es el déficit público ni el sistema financiero sino el paro y a su disminución
debe dedicar todos los esfuerzos pues las personas han quedado reducidas a dos grupos:
Los que han perdido su trabajo y los que están a punto de perderlo. Si
crecimiento y empleo son dos caras de la misma moneda, lo contrario también es
cierto, salvo que el señor Rajoy esté pensando en lograr encajar crecimiento y
austeridad consiguiendo que emigren los millones
de parados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario