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sábado, 9 de junio de 2012

DE LA CRISIS ECONÓMICA A LA CRISIS POLÍTICA: ¿POR QUÉ IMPORTAN LAS ELECCIONES GRIEGAS?


La acción de los gobiernos, cualquiera que sea su signo político, a la hora de enfrentar la crisis global ha sido tan desafortunada que sólo consiguen que ésta empeore. La restricción del crédito y la incertidumbre estrangulan el crecimiento económico y su contraparte, el empleo, de las economías más desequilibradas conduciendo a una situación maniacodepresiva en la que, a nivel práctico, las personas han quedado reducidas a dos grupos: Los que han perdido su trabajo y los que están a punto de perderlo. 

Tales despropósitos son sólo en parte atribuibles a la necedad o la ineptitud de los gobernantes, pues en muchos casos son resultado de un plan de acción predeterminado que se ejecuta al servicio de intereses contrarios al bienestar de los ciudadanos.

El patrón neoliberal se implantó debido a que la globalización y la deslocalización de la producción industrial provocaron que en los países desarrollados quedasen exclusivamente las oficinas corporativas que manejaban los recursos líquidos de las corporaciones, recursos líquidos que se invierten en productos financieros buscando maximizar su rentabilidad.  Así, la burguesía financiera desplazó a la burguesía oligopólica industrial, a la que eufemísticamente se denomina «mercados financieros». Los gobiernos operan en beneficio de esa burguesía financiera aplicando políticas que provocan que la distribución de rentas sea cada vez más inequitativa, lo que mina la demanda interna y debilita la economía real.

La hipótesis de partida consiste en admitir que la actual clase política es una casta que se considera propietaria de lo público más que administradora al servicio del público, por lo que no tiene reparos en mentir para sacar partido de la ingenuidad del cándido ciudadano. Es por esta razón que la acción gubernamental, con independencia del color político, siempre se pone al servicio de un sistema que salvaguarda el interés particular de unos pocos. El color político, salvo por matices cosméticos, no tiene influencia en lo que a la ejecución de la política económica se refiere, de tal manera que tanto gobiernos como oposición terminan por hacer lo que antes dijeron que jamás harían. Siguiendo este razonamiento, Rajoy es continuador de la misma política económica que obstaculizaba en tiempos del gobierno de Zapatero, política económica neoliberal de la que Zapatero ideológicamente renegaba pero que en la práctica él mismo profundizó desde mayo de 2010, y a la que el actual líder de la oposición daría continuidad en caso de gobernar. Esa ruptura entre el discurso de conveniencia y la acción de gobierno desacredita a la clase política ante la parte más crítica de la sociedad, que identificamos con el centro del espectro político y que es el sector más abstencionista precisamente por ser el menos dogmático, lo que cimenta el sentimiento de desconfianza en el funcionamiento del sistema.   

El impudor no es exclusivo de la clase política: Partidos políticos, medios de comunicación y el mundo académico oficial forman un complejo político-económico-intelectual que ampara el orden establecido al dictado de la burguesía  financiera nacional. 

Recientemente con motivo del asunto de Bankia me disponía a escuchar un debate en una reputada emisora de radio  cuando en la cabecera de la tertulia escuché “Bankia patrocina este programa”. Como no me gustan las tomaduras de pelo no seguí escuchando el programa.  Si bien no se puede decir que el cinismo de los medios de comunicación sea homogéneo, todos aplican cierta dosis de alquimia reseca-cerebros –los medios televisivos en mayor medida– a fin de distraer y confundir al ciudadano con el seguimiento minuto-a-minuto de la prima de riesgo o el índice del IBEX, cuando el problema real es el empleo y las coberturas sociales que constituyen los pilares sobre los que se asienta el bienestar de la gran mayoría de los ciudadanos. Es cierto que la prima de riesgo influye en el coste de financiación de los Estados, pero la prima de riesgo es la que es porque el Estado se ha erigido en garante de un sistema financiero en descubierto y es ese eventual coste del rescate bancario lo que pone en duda la solvencia del Estado autoproclamado avalista. 

Precisamente porque lo importante es el empleo y el bienestar de los ciudadanos las elecciones griegas del 17 de julio representan una esperanza de que algo en Europa cambie.   Con la excusa de lo inevitable los gobiernos no pueden continuar operando exclusivamente en beneficio del sistema financiero, aplicando políticas que provocan el empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de ciudadanos pues los principales costos de estas políticas recaen sobre los sectores populares que carecen de los medios para conseguir que se instrumenten programas de salvamento como los que se están aplicando precisamente para el sistema financiero. Si ese dinero fuera utilizado para atacar la pobreza y estimular las actividades productivas induciría un crecimiento mundial tal que cientos de millones de personas saldrían de la pobreza, pero esto implica una redistribución de la riqueza real que quien ostenta la riqueza financiera no va a consentir de buen grado.

El sentimiento de desconfianza en el funcionamiento del sistema en un contexto de grave crisis económica pone en riesgo el propio proceso político al transformar ese descrédito en un sentimiento de deslegitimación del sistema democrático que derive en dolorosos populismos, como ha sucedido en otros momentos de la historia. Esta cuestión es especialmente delicada en España donde el nivel de desempleo alcanza cotas insoportables.  Pero frente al poder del mercado y su principio de buen gobierno «una acción, un voto», las elecciones democráticas griegas pueden suponer la aparición de una nueva fuerza social y política que sitúe en el centro la protección del ciudadano.  

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