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viernes, 11 de noviembre de 2011

LA CRISIS ECONÓMICA GLOBAL

La Crisis Económica Global no es un fenómeno de interés exclusivo de políticos o economistas y las gravísimas consecuencias sociales nos obligan a todos a preocuparnos por el asunto, no por su continua presencia en las agendas de los medios de comunicación, sino porque  su impacto traspasa los sectores tradicionalmente más desprotegidos para incidir de lleno en el bienestar de las clases medias occidentales.  

Resulta obligado comenzar planteando la cuestión de apertura, ¿qué es realmente la crisis global?.  No resulta fácil encontrar una formulación precisa y concreta que de respuesta a la pregunta planteada, fundamentalmente porque la crisis está en curso, de modo que no tenemos una visión de alcance global y nos limitamos a ver los acontecimientos conforme se suceden. Por otro lado, probablemente tampoco existe un verdadero interés en que se difunda la naturaleza y las causas de la crisis, fundamentalmente porque no interesa que el hombre corriente se ocupe de las cuestiones de trascendencia sobre el gobierno de nuestra sociedad, legadas al cuidado de las élites político-académico-económicas.  Es por ello que el maremágnum de información relacionada con la crisis resulta confuso e inabarcable para el ciudadano común. 

Desde un paradigma reduccionista esta crisis es un fenómeno de carácter económico y financiero iniciado en EE.UU. en el año 2008. Sin embargo, el alcance de la crisis abarca mucho más de lo que sugiere esa contextualización, tanto en el dominio del tiempo como en la categorización de las causas, si bien la ligazón entre nuestra sociedad y el capital es tan íntima que la confusión es comprensible.

Esta crisis es mucho más que un problema económico creado por políticos y banqueros codiciosos, pero siempre resulta más fácil pensar que es un acto voluntario intencional de otros que cuestionarnos si nuestra bien asimilada e interiorizada complacencia con la mediocridad, la artificiosidad y la falta de honestidad podría haber contribuido al problema.  

La mayoría de la población actual, al menos en el primer mundo, ha nacido y crecido bajo un largo periodo de prosperidad creyendo que así sería para siempre, a pesar de que la historia nos enseña que la evolución de la sociedad no es un proceso de pendiente siempre positiva sino un proceso de cambios pre-planificados que se ajustan bajo un modelo de prueba y error. Las sociedades son complejos sistemas organizados en torno a grupos de individuos e instituciones estructuradas que se interrelacionan tanto dentro del sistema como entre sistemas y, según el nivel de complejidad organizada alcanzado, van dando lugar a la aparición de nuevos condicionantes que pueden alterar las propiedades originales de las partes e incluso pueden dar lugar a nuevas propiedades.

Tras la II Guerra Mundial y la infame carga para las conciencias de más de 50 millones de muertos, el mundo desarrollado tenía líderes a la altura de las circunstancias que, combinando la acción pública decidida con un capitalismo ejercitado desde la iniciativa privada y la libre competencia, contribuyeron al surgimiento de las sociedades del bienestar y la consolidación del estado de derecho.

Mientras se dieron las condiciones para una adecuada protección del sistema éste funcionó dentro de un margen de equilibrio en el que la posibilidad de materialización de los siempre latentes riesgos sistémicos, que amenazan la sostenibilidad del sistema, era limitada. Pero todas las políticas se terminan agotando y el neoliberalismo ligado al fenómeno globalizador ha significado particularmente en los últimos 30 años una profundización en el capitalismo puro que ha acrecentado los desequilibrios del sistema hasta comprometerlo, fundamentalmente por tres vías: en primer lugar, porque se incrementó la probabilidad de materialización de los riesgos sistémicos –el desarrollo tecnológico y los comportamientos gregarios de consumidores e inversores–; en segundo lugar, porque se erosionaron los controles causando la desprotección del sistema –la medicina neoliberal para el crecimiento económico y la sofisticación del sistema financiero–; en tercer lugar, porque se acrecentó la envergadura y criticidad de una parte clave del sistema y el coste de su falla –el crecimiento e internacionalización del sistema financiero–.   

Lo anterior viene de aplicar un modelo de análisis de riesgos para explicar la crisis.  Pero este planteamiento, siendo formalmente correcto, contiene un error fundamental pues no considera el sesgo en el que incurre el propio modelo al partir de suposiciones que no son ciertas.  

Hasta la eclosión de la crisis financiera no había escuchado la expresión «riesgo moral». Tal concepto, cuya acepción literal inglesa se traduce por «azar moral», representa la posibilidad de que el gestor político o empresarial busque objetivos personales en detrimento de los intereses del ciudadano o accionista, así que el riesgo moral es perfectamente aplicable tanto en el ámbito económico como en el socio-político.   El riesgo moral es un componente de los riesgos sistémicos vinculado al oportunismo  y a la falta de honestidad. El problema viene de considerar que la posibilidad de que el  riesgo moral pueda materializarse es azarosa o casual cuando en realidad el riesgo moral tiene carácter determinístico, esto es, para unas condiciones de partida dadas el resultado será siempre el mismo. Por esta razón, la protección del sistema ante el riesgo moral, si bien no puede eliminar este riesgo, es imprescindible para despojarle de su carácter sistémico.  Esta es una lección que todos debíamos tener aprendida, pero la realidad revela inequívocamente que muchos creen que la suma de los egoísmos responsables conlleva el beneficio de toda la sociedad y el desarrollo sostenible de la economía.

El resultado es que estamos sumidos en una fatal confusión que ya ha permitido la supremacía de ciertos egoísmos sobre la sociedad democrática, lo que ha propiciado una economía disfuncional que carece de bases que la sustenten y el desencadenamiento del desequilibrio entre producción y trabajo en las propias sociedades occidentales, que es lo que en último término causa la inestabilidad política y económica a la que estamos asistiendo.

Estas cuestiones pretenden ser cuidadosamente explicadas en la siguiente exposición a fin de reconstruir el proceso de desarrollo de la crisis desde una perspectiva integral relacionando cada aspecto del proceso con los condicionantes de carácter Social, Tecnológico, Económico y Político que originan los desequilibrios, con la finalidad de concluir las posibles acciones que debe emprender la sociedad civil para reconducir la situación y restablecer la armonía que promueva el bien común en nuestra sociedad.

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